Claudio Monteverdi: Madrigales, Libro IV

Claudio Monteverdi es uno de los más grandes compositores de la historia de la música, pero paradójicamente también es, al mismo tiempo, un gran desconocido para el público contemporáneo. Por alguna razón el consumo musical se ha centrado en apenas dos siglos y medio, desde los últimos barrocos (Scarlatti, Bach o Haendel) a los grandes maestros de la primera mitad del siglo XX. Casi todo lo anterior a 1700, englobado bajo el rótulo genérico de “música antigua”, aparece en los programas musicales con menor asiduidad, independientemente de su valor o belleza.

Este cuarto libro de madrigales, seleccionados por el propio Monteverdi para su publicación, data de 1603, once años después de su colección previa. Mucho se ha escrito acerca del porqué de este retraso, pues hasta entonces Monteverdi había publicado con regularidad. Varias razones parecen haber complicado al autor durante ese periodo. En primer lugar sus viajes con la corte del Duque Gonzaga, su mentor y patrón, lo mantuvieron ocupado, aunque también le sirvieron para conocer a otros músicos y artistas que ayudaron a la evolución de su arte. También influyó su matrimonio con la cantante Claudia Cattaneo, quien antes había sido amante del propio Duque. Pero acaso la razón principal de este paréntesis haya sido la disputa que mantuvo con Giovanni Maria Artusi, beligerante defensor de las reglas tradicionales de la música y la composición, que se opuso a cualquier intento de ir en contra de las mismas.

Resultado de esta batalla entre lo antiguo y lo nuevo es este Cuarto Libro de Madrigales, que profundiza la innovación expresiva que ya había caracterizado su anterior producción, y que continuará en el Quinto Libro, que seguirá esta línea estilística, como una suerte de apéndice y continuación natural de este trabajo.

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